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Labios que arden

 












Se desborda el alma


Se desborda el alma

en la paciencia y las pasiones,
son virtudes del paisaje amplio de cielos,
y otros espacios,
y otros vacíos que esperan a los lejos.
Tantas cosas hermosas que se las lleva el viento,
y nadie sabe dónde,
Y aunque tu cuerpo habite
en el insatisfecho placer,
de seguir y seguir…
en el intento por saber y hacer,
no es de cualquiera.
Tus ojos mojan toda la elegancia,
Tus ojos son mis pensamientos,
Tus ojos mi vivir con tu hermosura
de ser tan desprendida,
encanto tan sencilla, apetecible…
desnuda te muestras a la vida,
tus virtudes incitan los suspiros
esa manera de ser tocante 
que calcina la pasiones,
y se desborda inmensa el alma.


©José Ángel Pineda ©Creatividadpoética

Sinfonía










Se rinden mis rodillas
de tantas emociones en mi universo
en verso, del disperso
armónico esplendor
de mi nostalgia, la triste partitura
del quebranto en la danza perfecta
de los astros melódicos,
donde la sinfonía celestial se manifiesta
enorme decretos, conjuros muy discretos,
acordes sustantivos, emotivos conciertos,

Remolinos del alma




Remolinos danzando
al son de una guitarra,
el tiempo no se descuida
en las aguas que se agitan,
en giros del vasto espacio
que tiembla, y estremece
la ternura luminosa, que abriga
las mentes en calma.
Las aguas…
en sus ciclos perdurables,
los ríos, las crecientes,
el mar se eleva y desciende
por el cauce de sonidos,
de gozo espontáneo, y un soplo
derrama los plácidos céfiros,
y enjuagan las rocas de mi alma.


©José Ángel Pineda ©Creatividad poética

Poemas de Pablo Neruda




ESCLAVA mía, témeme. Ámame. Esclava mía!
Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero dónde? Lejos, lo que está lejos.
Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.








AMOR.

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.






SONETO III

Áspero amor, violeta coronada de espinas,
matorral entre tantas pasiones erizado,
lanza de los dolores, corola de la cólera,
por qué caminos y cómo te dirigiste a mi alma?

Por qué precipitaste tu fuego doloroso,
de pronto, entre las hojas frías de mi camino?
Quién te enseñó los pasos que hasta mí te llevaron?
Qué flor, qué piedra, qué humo mostraron mi morada?

Lo cierto es que tembló la noche pavorosa,
el alba llenó todas las copas con su vino
y el sol estableció su presencia celeste,

mientras que el cruel amor me cercaba sin tregua
hasta que lacerándome con espadas y espinas
abrió en mi corazón un camino quemante.






SONETO V.

No te toque la noche ni el aire ni la aurora, 
sólo la tierra, la virtud de los racimos,
las manzanas que crecen oyendo el agua pura, 
el barro y las resinas de tu país fragante. 

Desde Quinchamalí donde hicieron tus ojos 
hasta tus pies creados para mí en la Frontera 
eres la greda oscura que conozco: 
en tus caderas toco de nuevo todo el trigo. 

Tal vez tú no sabías, araucana, 
que cuando antes de amarte me olvidé de tus besos 
mi corazón quedó recordando tu boca, 

y fui como un herido por las calles 
hasta que comprendí que había encontrado, 
amor, mi territorio de besos y volcanes.



SONETO IV.

Recordarás aquella quebrada caprichosa 
a donde los aromas palpitantes treparon, 
de cuando en cuando un pájaro vestido
con agua y lentitud: traje de invierno. 

Recordarás los dones de la tierra: 
irascible fragancia, barro de oro, 
hierbas del matorral, locas raíces, 
sortílegas espinas como espadas. 

Recordarás el ramo que trajiste, 
ramo de sombra y agua con silencio, 
ramo como una piedra con espuma. 

Y aquella vez fue como nunca y siempre: 
vamos allí donde no espera nada 
y hallamos todo lo que está esperando.




POEMA l

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, 
te pareces al mundo en tu actitud de entrega. 
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra. 

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros 
y en mí la noche entraba su invasión poderosa. 
Para sobrevivirme te forjé como un arma, 
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda. 

Pero cae la hora de la venganza, y te amo. 
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. 
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia! 

Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste! 
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. 
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! 
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, 
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.




SONETO XI


Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.


Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.


Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas


y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitratúe.







EN TI LA TIERRA.


PEQUEÑA
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.




DEJAME SUELTAS LAS MANOS.


DÉJAME sueltas las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión -sangre, fuego, besos-
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto!
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!
Déjame libre las manos
y el corazón, déjame libre!
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste-
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte!

Lo que hemos sido, se ha ido

 




Lo que hemos sido, se ha ido

sabiendo que no sabemos, y hacemos,
en el camino encontramos, y amamos
lo que no encontraremos, prendemos,
y
entonces, por lo tanto, por cuanto
va quedando en olvido, muy herido
en esos ojos de verde paladar, y dar
esos ojos de prisa ardientes, las mentes
como los cielos de mar, al cantar
esa sonrisa leve, leva, subleva
como la brisa a prisa, las corrientes,
y lo más asombroso, no es lo que estás pensando,
en esas cosas necias del centro, acariciando
de lo adentro en tus adentros, portentos
del humano geocentrismo del abismo
sin saber o quizá sí, no es lo mismo;
de la furia a la calma hay un estrecho
q
ue lo puede surcar, sólo un barco desecho
en mi melancolía, y no lograr entrar
en tu encanto satisfecho,
que a veces es la risa y a veces es el llanto,
los gritos, las razones, los llantos, las pasiones,
que a veces; en la mía vida se incendia la luz, el sirio
que a veces es lo tuyo, y anda suelto conmigo,
intuyo que otras veces es de nadie y de todos
la rosa que se estrecha y se aleja, y deja
sin saber cuando y como , siempre es donde,
lo que me duele tanto, en nuestro encuentro
pisamos todas las flechas, las rosas y claveles,
la agonía sinfónica, el crepúsculo llanto,
el amanecer oscuro, las sombras de la luna
que se desviste tanto, ante todas las diosas
las que danzan, las que pintan, las que cogen
la noches con los pies, para gozar el mambo.

©José Angel Pineda ©Creatividad poética


La toco

 


La toco

Por eso canto yo, dejad que cante,
porque es la voz que siente
esa cuerda, metal que se revienta,
cada vez que la toco, y que se anima,
y que sabe mentir en el instante,
ese mismo, que la presencia incendia.



©Joan Pined ©Creatividad poética.

Aroma



-Aroma


Aroma de una gran lluvia
que se asienta
a suavizar el polvo,
a veces se levanta,
a veces se derriba.


Aroma tormentosa,
que se asienta
en la gramática acentuada
del verbo,
con el verbo de un polvo
conjugado, en los tiempos
del polvo de caminos
de siempre…


A veces por placer, a coger
el calor en cualquier parte,
y no encuentro,
aunque tengo la piel
de tu sonrisa
que abraza humeante,
y el cañón ruge, delirante,
al sentir el olor del agua
de lluvia penetrante
en la selva, que se lleva
un susurro en el alma de un río,
hacia el verde mar de las estrellas.


©Joan Pined ©creatividad poética


Siempre

 


Con la musa, la pasión, 

la idea,

luego 

los dedos siguen solos
con la mente, y escriben
recorriendo las estrellas azules
de algún pozo que se desagua
hasta lograr terminar
en un instante perpetuo
algún escrito.

©Joan Pined ©Creatividadpoética






Te necesito




Te necesito

Acércate, quiero mirarte, arrebatar
los pensamientos especiales
que tienes acerca de extraños,
de lo desconocido,
de lo extraordinario y sideral
del infierno en toda la dimensión
de tu paraíso perdido
en mis escombros, de las luchas insípidas…
y entonces; aspirar tu cuerpo,
poseer tu aliento, y tenerte para mí
hasta que caiga la última bomba
en tus entrañas, y sentir en mi piel
la explosión de tu piel, no importa como estés,
desbaratada, fundida, demacrada, bella,…
y derretirme entre tus brazos guerreros
y que tus caricias recorran mi cuerpo
hasta el último grito de la tierra.




©Joan Pined ©Creatividad poética

Y en ellas





Somos polvo de estrellas…

Carl Sagan


Y en ellas


Y en ellas
nada mágico más que tus miradas
que se impregna en el polvo de mi piel,
los átomos como panal de miel
de abejas minúsculas, aceitadas,



y en ellas
los poros abiertos, los huecos negros,
y las sonrisas brillante en tropel
en senderos de leche, en redondel
de animales nocturnos y milagros,

y en ellas
caminando dormido por las lunas
diferentes andares, infinito...
sabemos mucho y poco del amor,


y en ellas

ser y no ser, y todo lo bonito
en cada estrella, diosas, del sabor
universal, hermosas,... y oportunas.



©Joan Pined ©Creatividadpoética




Sima de Luz

 


Sima de luz

¡Qué dotada de hermosura
se vive la Inmensa vida! la hermosa vida
deseada de Strauss, en un vals, en horizontal bailando,
las esperas, las llegadas
ese un dos tres,
que en mi mente divagante
escribo con mis manos, trato de hacer
un poema de amor en lo posible…
y amable.
La armonía en tu piel en un oscuro,
y cubierto de armonía, cantando un canto,
en sepia, y en un país lleno de locos,
uno aspira la locura, poco a poco, sin apuros,
y en una pequeña grieta de luz, entro
en silencio y adivinando paredes
logro atrapar una noche
que me atrapa.

©Joan Pined ©creatividad poética